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conversaciones con Alejandro Martínez Parra
yacimiento_12

museo de la evolucíón humana

plano de establecimiento
 

El título de mi obra hace referencia a un plano de establecimiento en cine, que se refiere al contexto de la primera escena que muestra los personajes y las relaciones más importantes y los objetos.

Como si de una foto fija del proceso evolutivo se tratase, la instalación Plano de establecimiento despliega multitud de piezas de porcelana con aspecto óseo, clasificadas sobre una mesa de trabajo de un arqueólogo. Se trata de formas vegetales -realizadas a partir de elementos recogidos en el entorno del yacimiento de Atapuerca-, muchas de ellas resquebrajadas o fragmentadas. La instalación traza un puente emocional hacia el medio natural. Los elementos vegetales originarios dejan su impronta en la porcelana y las piezas finales adquieren un aspecto fósil, que permiten identificarnos con ellas. Su aspecto inerte, invita a reflexionar sobre nuestra relación con el medio natural, y cómo, a través de la ciencia, nos acercamos a él.

De este modo, planteo una reflexión sobre la actual era antropocénica, que define al hombre como agente geológico que transforma el medio, el clima y la naturaleza, un punto de inflexión en el camino de la humanidad. 

En mi modo de trabajar, el proceso creativo es un continuo que me lleva dando pasos y saltos de idea en idea. La idea de la instalación partió de un trabajo que estaba realizando con plantas. El acercamiento a la realidad del yacimiento, y por otro lado, a su significado histórico y arqueológico, me llevaron a relacionar las formas vegetales de porcelana que estaba haciendo con huesos humanos. Un día se encontraban muchas de estas piezas colocadas sobre una mesa y, casualmente, fui consciente de su aspecto óseo, sensación que a su vez me pareció muy íntima. De este modo, un hecho inesperado determina el camino a seguir dentro del proceso creativo. El azar forma parte del proceso, lo importante es dejar que suceda, no permanecer rígido en ideas preconcebidas. Lo inesperado hace que el trabajo se enriquezca y nos da la oportunidad de conocer algo nuevo.

Para mí el camino prometedor dentro del proceso creativo es el que despierta mi curiosidad. Tiene que aparecer algo que llame mi atención y esto ocurre espontáneamente. Luego esa primera sugerencia se convierte en una especie de obsesión, una maraña que hay que desentrañar. Creo que quedo atrapada dando vueltas a su alrededor. Y luego comienzan a dilucidarse caminos que señalan diferentes posibilidades de seguir. A veces hay una idea que parece tener más sentido que otras, y la sigo. Me gusta el pasear cerca del abismo, quiero decir, el ir a ciegas, el no saber a dónde me lleva. Si hay algo que no he hecho antes, eso me gusta. La obra tiene interés para mí, si en el transcurso de todo el proceso hay un riesgo, algo que no sé lo que es, una parte enigmática. No quiero repetir lo que ya sé. No quiero recorrer el mismo camino que ya recorrí. La experiencia anterior de haber trabajado un tipo de obra, haber utilizado un material determinado debe ayudar a ir más lejos, a salir de la zona de confort.

Partiendo de temas generales que me interesan, voy siguiendo un camino y voy encontrando piezas que van encajando en un puzle. En el proceso voy dando saltos entre una parte puramente mental y teórica, y otra parte manual, artesana. La parte mental me lleva a relacionar conceptos, ideas, buscar soluciones técnicas, investigar sobre los temas que estoy abordando. Sin embargo, cuando estoy trabajando con las manos, mi mente descansa y se relaja. Es entonces cuando ciertas ideas que andan flotando encuentran su sentido. El trabajo manual ofrece una especie de espacio para encontrar inspiración; se crean una serie de momentos en los que el pensamiento intuitivo trabaja. Además el tacto con los materiales también da pie a probar nuevas formas de hacer; si no creas con las manos, hay una parte que se pierde, porque en el proceso surgen nuevos imprevistos, nuevos deseos de probar algo distinto. El proceso manual contiene un sinfín de nuevas oportunidades de relacionarte con una forma, un material o una técnica.

El proceso de trabajo en la obra o el proyecto es la parte emocionante, la parte viva. El resultado final puede que sea necesario, cuando se trata de una obra de tipo objetual, visual, sonora, táctil, … Para mí no es más importante ninguna de las partes, porque no puedo diferenciarlo, para mí es un todo. Llego a un resultado que me resulta necesario. El final del proceso y de la materialización de un proyecto, no siempre es una línea definida. Podemos acabar un dibujo o un cuadro, una foto, pero un proyecto, una idea que pueda contener diferentes piezas es más difícil de cerrar. Para mí creo que un proceso totalmente acabado, sólo es aquel que ya no tiene interés para mí. A veces también es cuestión de crear cierta distancia con la obra. Creo que en mi caso, a veces me ataca la inseguridad a la hora de dar la obra por finalizada, porque estoy demasiado metida en ella para poder ser objetiva. Así que en ocasiones puede ser muy bueno dejarlo reposar y ponerse posteriormente nuevas metas con esa misma obra. A veces el trabajo sigue desarrollándose e incluso mejora.

El proyecto realizado para Yacimiento me hizo descubrir un enfoque nuevo en la obra que estaba desarrollando en ese momento, que hasta entonces no había visto. Me resultó muy atractiva la idea de trabajar a partir de una experiencia en un lugar arqueológico y, de pronto, apareció la relación de las piezas vegetales con los seres humanos. Una relación que es fundamental en mi trabajo, pero que se fue desarrollando de forma natural a través de la relación con el yacimiento de Atapuerca y el espacio del Centro de Arqueología Experimental, CAREX. Además, al tratarse de  un espacio con función didáctica y experimental, le aportaba a las obras una visión hibrida artística-didáctica-científica muy interesante. Es un sentido más real del arte, integrado en las funciones de la vida. La posterior exposición de Yacimiento en el Museo de la Evolución Humana, MEH en Burgos, me ha llevado a hacer nuevos descubrimientos sobre mi obra. En este entorno más museístico, he tenido que hacer una relectura de la obra, la cual me ha permitido reflexionar sobre la relación arte – ciencia. El proyecto se exhibe en el contexto de un museo arqueológico. Las piezas están clasificadas en grandes estantes que dejan ver los restos vegetales de porcelana desde todos sus ángulos, ya que se encuentran ordenados sobre cristales, como en un gabinete de historia natural. Ciencia y arte han ido de la mano desde hace siglos, con su máxima expresión en el Renacimiento, donde los artistas eran científicos y los científicos artistas. Esta relación necesaria se ha ido disolviendo. La exposición Yacimiento en el MEH ha supuesto una propuesta de restablecer el diálogo.

Yacimiento_Colaboraciones entre arte y arqueología

Este proyecto ha sido muy interesante para mí por esta relación ciencia-arte en un contexto muy práctico y directo. Me parece que se produce una sinergia muy productiva, porque la manera en que nos acercamos los artistas y los científicos a una realidad o un problema, son distintos en un inicio, porque la finalidad es distinta. El arte tiene mayor libertad para moverse en diferentes planos y la ciencia persigue un fin en si mismo, persigue la obtención de unos resultados “útiles”, es decir, tiene una actitud práctica, y su finalidad es la realización de lo posible. Pero a mi en entender, el arte y la ciencia tienen en común la creatividad en el sentido de hacerse preguntas como “¿qué pasaría si….?” “¿Y si lo relaciono con esto otro…?”. El poder experimentar es necesario siempre. Los une una suerte de curiosidad y de forzar la apertura de mente, ir más allá de lo conocido. Por supuesto que también la ciencia se nutre, al igual que el arte, de los hechos casuales que surgen en el proceso de trabajo.

La realidad es que la ciencia y el arte están estrechamente conectadas y son permeables entre sí. Ambos, artista y científico se acercan con curiosidad y disfrute en busca de lo desconocido, de lo nuevo de forma lúdica.

En la cultura actual se han convertido en dos disciplinas separadas, provocado por la estructuración rígida que conforma los sistemas de conocimiento y educación, surgiendo la brecha entre las ciencias y las humanidades, segmentación conceptual que pienso está más relacionada con la necesidad administrativa, que de cómo nos acercamos a la realidad y la naturaleza del saber. El arte y la ciencia son dos formas de conocimiento aparentemente alejadas, a consecuencia de la especialización profesional y la educación compartimentada. Esto rompe con el espíritu renacentista y parece que es un fenómeno que va creciendo a través de la especialización profesional y nuestra manera de trabajar, en la que se pierde la relación con otras áreas, incluso dentro de la propia ciencia.

El método científico observa la realidad, selecciona unos datos concretos, elabora una hipótesis y busca cómo demostrarla. El artista es también un curioso observador de la realidad y profundiza sobre aquellos aspectos que le resultan interesantes para convertirlos en otra cosa a modo de reinterpretación. Las obras resultantes incidirán en el espectador que experimentará nuevas visiones a través de sus emociones y experiencias. En este sentido, la obra de arte tiene un efecto expansivo que supera la simple intención del artista con la experiencia estética e intelectual del público. En este sentido, la obra de arte se puede convertir en una especie de faro que alumbra caminos hacia el futuro, lo desconocido, lo íntimo a través de lo científico y lo conocido, pero también a través de la imaginación y la fantasía. Son caminos caprichosos, en el sentido de su etimología que viene de la cabra, el animal que sigue su propio rumbo, que enriquecen la realidad conocida y nos lleva a crear nuevas conexiones.

En cuanto a la relación del arte con la filosofía, las propias obras de arte son también un interrogante sobre el mismo hecho de pensar. Además, el arte posibilita entrar en contacto con el pensamiento a través de los sentidos, lo cual desde la teoría pura de la lógica no es posible con tanta facilidad. Las obras contienen un mundo de signos y esperan a ser interpretados por el espectador, que en este proceso de lectura ocupa también una posición creativa y de pensamiento, buscando sentido, rastreando y siguiendo pistas. El arte permite representar la realidad también de modo ideal, es decir, haciendo una interpretación que va más allá de una simple reproducción de lo que se observa, siendo posible así destacar otras características o una categoría, un acercamiento a la abstracción o hacia lo metafísico. La forma de representar la realidad en el arte, disciplina la mirada del espectador, y una vez aprendida, se mirará de ésta nueva forma particular.

Este aprendizaje pone de manifiesto la función cognitiva del arte a través de los sentidos y la percepción. Por ello, la relación del arte con la educación es fundamental. Sin embargo, a partir de la sociedad industrial ha ido perdiendo importancia por diversas causas económicas, históricas y sociales. El arte no tiene valor productivo (excluyendo el mercado del arte), me refiero para la sociedad general, es una actividad ornamental, simpática tal vez, pero no necesaria. Pero la importancia del arte en la vida humana radica en la posibilidad de reducir el acelerado proceso de deshumanización de la sociedad actual. Y de ahí nace la importancia que tiene en la educación, ya que interviene en los procesos del pensamiento. El arte es un medio privilegiado para proporcionar estímulos sensitivos, fomentando el desarrollo de las sensibilidades y la imaginación. La propia percepción es un hecho cognitivo, la creación de imágenes en cualquier medio visual, auditivo o verbal está ligada inseparablemente a los recursos mentales de la memoria y la formación de conceptos intelectuales. A través de los sentidos nos relacionamos con el mundo, y el arte supone un medio insustituible para fomentar el desarrollo de la parte intuitivo-perceptiva del conocimiento. Pienso que a través del arte se puede aprender a percibir la realidad de manera holística, influyendo en la formación del pensamiento globalizador, y por otro lado, a distinguir cualidades específicas, con el desarrollo de la atención, ya que el arte atrae y fomenta la curiosidad.

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